El fin de semana pasado, fui a comer a un restaurant que tiene también una sala de eventos, y me tocó encontrarme en el baño a unas muchachitas animadoras de fiesta infantil disfrazándose de las princesas de la película “Frozen”, de Walt Disney, y del popular personaje de “Bella”, de “La Bella y la Bestia”.
Puse atención al evento que se celebraba, y eran los cinco años de una pequeña niña. Toda la decoración y la fiesta estaba planteada en términos de princesas de cuento, la pequeña festejada traía una largo y vaporoso vestido rosa, y lucía una pequeña coronita en la cabeza.
Esta situación, que parecería inocente y tierna, tiene un trasfondo ideológico importante…En un país como el nuestro, donde la realidad puede ser tan fuerte como el rostro de los feminicidios cotidianos que lo mismo aniquilan niñas que ancianas, con un nivel de violencia tan extremo que ha obligado a varios estados a declarar Alertas de Género, con un panorama en el que muchas mujeres tienen cerradas las oportunidades económicas o de participación política sólo por ser mujeres, seguir educando “princesas” está totalmente fuera de lugar.
La infancia es una etapa de la vida en la que se construye nuestra identidad de género, y a veces, sin una intención real ni mucha conciencia, sino simplemente siguiendo los dictados del mercado, rodeamos a las niñas de un ambiente de “princesas”, internalizando en ellas el mito del “Príncipe Azul” mediante el cual más princesas son siempre bonitas, están asustadas, se enamoran del primero que las salva, y pueden esperar encerradas en una torre sin tomar ninguna acción para escapar de esa realidad.
En estos “tiempos difíciles”, y especialmente en un entorno sexista como el nuestro, lo que realmente se requiere es que desde nuestras formas de educar abonemos a la búsqueda de la igualdad, y cortemos de tajo con cualquier estereotipo sexual que perpetúe las formas de opresión hacia las niñas y las mujeres; sólo así podremos alcanzar la autodeterminación necesaria para elegir la vida que queremos tener, para crear relaciones sanas alejadas de cualquier forma de violencia, y sobre todo, para vivir en libertad.
