16.Septiembre.2017
¡JUSTICIA PARA MARA!
Por
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11.Septiembre.2018





Tristeza, impotencia, dolor, rabia, indignación…

Imposible no sentir todas estas emociones juntas ante el horrible caso del asesinato de Mara Castilla Miranda, la jovencita xalapeña estudiante de Ciencias Políticas de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla ( UPAEP) de 19 años de edad, que como cualquier muchacha de su edad salió por la noche a divertirse con un grupo de amigos y amigas, en la ciudad de Cholula, y que en la madrugada del viernes ocho de septiembre, abordó un taxi “seguro” de la compañía Cabify para dirigirse de regreso al departamento donde vivía con su hermana mayor, al que nunca llegó.

Y después de un calvario de una semana de dilaciones, tortuguismo, insensibilidad e ineficacia de las autoridades ministeriales, ocultamiento de información a la familia y a la opinión pública, versiones erráticas sobre lo ocurrido ( ¿delito de la red de trata de blancas que opera en Veracruz, Puebla y Tlaxcala, u obra de un asesino solitario?), finalmente fue encontrada muerta este viernes pasado.

La desaparición de una sola persona representa siempre un reto ineludible para cualquier Estado, pues pone a prueba su capacidad para garantizar la seguridad y la justicia a sus ciudadanos, y lo exhibe como incompetente en el concierto nacional e internacional frente a todas las instituciones y organizaciones no gubernamentales vigilantes del respeto y la vigencia de los derechos humanos.

Pero en México, aunque no existe un registro fidedigno que dé cuenta del número de personas desaparecidas víctimas de particulares o por desaparición forzada, se estima que estamos rebasando ya, en los últimos diez años, los 32 mil casos. Y cada año, mueren más de 2, 500 mujeres sólo por eso, por ser mujeres, de acuerdo con el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio (OCNF).

Todos los días, a todas horas, horrorizados, los ciudadanos mexicanos nos vamos enterando de nuevos casos de muchachas, muchachos, niñas y niños, mujeres y hombres que desaparecen, sin dejar rastro, sin que se sepa si están vivos o no. O que como Mara, aparecen sin vida.

Esto nos habla de un fracaso sistemático del Estado, y de un grado de impunidad, corrupción y tolerancia de estos crímenes, que nos ha sumido en la más grave crisis de derechos humanos que ha vivido este país.
Mara Castilla Miranda era una hermosa jovencita con sueños, proyectos, con un corazón que latía entusiasmado y generoso, hija, hermana y amiga amorosa…

La promesa de su vida fue segada no sólo por la mano ominosa de la maldad que se encancha cada día más en nuestra cotidianidad, sino también por nuestro silencio cómplice, nuestra pasividad frente al abuso y el escarnio, nuestro individualismo y la sorda apatía que asumimos frente a la impotencia y la incapacidad de organizarnos y levantarnos contra este ominoso “status quo”.

Que este doloroso caso al menos sirva para que todos entendamos que vivimos en medio de una guerra, que no podemos bajar la guardia, que tenemos que extremas precauciones y cuidados, que vivimos en un país donde a las mujeres nos matan porque sí, porque pueden, porque sólo tres de cada cien ataques sexuales se castigan en México, porque pueden hacerlo y no pasa nada.

Pero no debemos nunca acostumbrarnos, dejar que el miedo nos agobie y adormecernos como sociedad, o normalizar la violencia. No podemos seguir permitiendo con nuestra apatía e indiferencia que los tres niveles de gobierno sigan haciendo caso omiso de sus deberes constitucionales y legales, al grado de que en muchos casos los propios familiares de los desaparecidos, tengan que sustituirlos en la búsqueda de sus seres queridos.

Este domingo 17 de Septiembre, en la explanada frente al Teatro del Estado, aquí en Xalapa, a partir de las cuatro de la tarde, se efectuará una marcha para exigir verdad y justicia en el caso de Mara, para protestar por la situación de inseguridad que vivimos en el país, para sacudirnos el miedo, elevar la voz y gritar ¡Ya basta! Llevemos una flor blanca y una vela por la paz, por la justicia, para mostrarnos unidos en una misma indignación.


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