09.Enero.2017
DESCONECTARSE PARA CONECTARSE
Por
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11.Septiembre.2018



Ayer leí que en Francia se aprobó una ley que por primera vez aborda el derecho a la desconexión digital de los trabajadores, fuera del horario laboral. La idea es que los trabajadores no sigan conectados a su trabajo a través del celular o la computadora, alargando así su jornada de trabajo, a fin de asegurar el respeto al tiempo de descanso y de vacaciones, así como a su vida personal y familiar.

Me cuesta trabajo imaginar que en nuestro país se reconociera un derecho similar, sobre todo pensando en que la gente aquí haría cualquier cosa y trabajaría cualquier cantidad de horas y cargas con tal de conservar su trabajo. Pero el hecho me puso a pensar en el abordaje de la desconexión digital como un derecho, que todos nos hemos auto-negado.

Personalmente me he estado obligando a periodos de abstinencia digital, pues caí en cuenta de que dedico demasiado tiempo a navegar en las redes, leer blogs y noticias en internet. De hecho es otro de mis propósitos de este año: desconectarme por lo menos un día hasta llegar a un fin de semana por mes o a los periodos de vacaciones, de todos los aparatos digitales que uso.

Los beneficios de esta conversión periódica a una vida analógica son varios: para una distraída como yo, es importante recuperar la capacidad de atención y concentración, y eso lo logro cuando me doy la oportunidad de interactuar con el entorno y con la gente que me rodea. Creo que las constantes interrupciones de lo digital en nuestro tiempo vital (el sonido de cuando te entra un mensaje o un post, las llamadas, los whatsapp), tienen un efecto nefasto en la forma en que percibimos lo real. Por ejemplo, si nos ponemos a mandar fotos y videos de una experiencia memorable en el mismo momento en que las estamos viviendo, es posible que perdamos parte de la magia, de las emociones y vivencias en sí.

Otro beneficio de la desconexión es recuperar la intimidad, al dejar de contar y exponer todo lo que hacemos, y tal vez el plus más importante es el de cultivar la paciencia, pues las redes sociales generan ansiedad, prisa, y un cierto deseo de hacer las cosas más rápido.

Por eso creo que una tarea parental es la de regular la desconexión digital periódica de los hijos, estableciendo ciertas reglas mínimas en la vida cotidiana, como la prohibición del uso de los teléfonos y otros gadgets durante las comidas familiares; vigilar que no usen todo su tiempo libre pegados a las pantallas; lograr que eviten distracciones con el celular mientras llevan a cabo sus tareas, o que tengan varias pantallas abiertas a la vez si es que están haciendo la tarea en una computadora; enseñarles la elemental regla de cortesía de no estar mirando el celular o contestando mensajes mientras conversan con alguien y reglamentar algunos días completos de desconexión digital para dedicar todo el tiempo a actividades más “compartidas” como paseos o conversaciones, hacer deporte o leer un buen libro.

Lo importante aquí es que entendamos que no se trata de convencer sino de dar el ejemplo, así que los primeros en “desconectarnos para conectar” tendremos que ser nosotros, los adultos.

¡Hasta mañana!


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